Todos los Santos

«La única tristeza en esta vida es la de no ser santos»

Un año más celebramos la fiesta de los mejores hijos de la iglesia, aquellos que gozan ya de la visión de Dios y que interceden por nosotros a la vez que glorifican a Dios Nuestro Señor. La santidad no es algo reservado a unos pocos elegidos, sino una llamada de Dios que en Cristo nos invita a ser perfecto como nuestro celestial es perfecto.

         Dice el Papa Francisco en Gaudete et exultate: “Los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión. Lo atestigua el libro del Apocalipsis cuando habla de los mártires que interceden: «Vi debajo del altar las almas de los degollados por causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantenían. Y gritaban con voz potente: “¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia?”» (6,9-10). Podemos decir que «estamos rodeados, guiados y conducidos por los amigos de Dios […] No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo.

         Dice San Agustín comentando el Evangelio de San Juan: «En esto reconocemos que estamos en Dios: si en él somos perfectos.» Aquí Juan quiere decir: perfectos en el amor (1Jn 4,17). ¿Cuál es la perfección del amor? Amar a nuestros enemigos y amarlos hasta tal punto que lleguen a ser nuestros hermanos. En efecto, nuestro amor no debe ser un amor según la carne. Ama, pues, a tus enemigos deseando que sean tus hermanos; ama a tus enemigos de manera que se sientan llamados a vivir en comunión contigo.

Es así que amó aquél que, colgado de la cruz, decía: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). A través de una oración cargada de misericordia y de un gran poder, quería arrancarlos de la muerte eterna. Por otra parte, muchos de ellos creyeron y fueron perdonados por haber hecho derramar la sangre de Cristo. Se la hicieron derramar encarnizándose contra él; al creer la bebieron. «En esto reconocemos que estamos en él: si en él somos perfectos.» El Señor nos invita a esta perfección de amor a los enemigos cuando dice: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto».

No olvidemos nunca aquella afirmación de León Bloy: «la única tristeza en esta vida es la de no ser santos». Pidamos ese don al Señor.

II Domingo de Cuaresma

Recordemos las tentaciones a las que el Señor Jesús fue sometido por Satanás en el desierto y que el pasado domingo escuchábamos. En una de ellas el Demonio le prometía la gloria del mundo entero, con una sola condición: «Te daré el poder y la gloria de todo eso… si tú te arrodillas delante de mí» (Lc 4, 6-7).

Como al Señor Jesús, también a nosotros el Diablo nos ofrece “la gloria del mundo” con sólo adorarlo: fama, reconocimiento, poder, dominio, riquezas, placer sin límites morales. ¡Cuántos buscan esa gloria cada día! Mas la gloria que ofrece el Príncipe de este mundo es engañosa, no sacia el anhelo de infinito, de felicidad y plenitud del ser humano. La gloria que ofrece a quien se arrodille ante él es vana: ciertamente ganan «el mundo entero», pero ellos mismos se pierden y arruinan (ver Lc 9, 25).

La de Pedro, Santiago y Juan es una experiencia anticipada de la gloria que Dios ofrece a todo ser humano, para que también nosotros la deseemos intensamente. ¿No quiero yo también esa felicidad para mí? Sin embargo, para alcanzar aquella felicidad plena en la participación de la gloria divina, todavía —y mientras dure nuestra peregrinación en esta vida— hemos de “bajar del monte” como aquellos apóstoles, hemos de volver a lo rutinario de cada día, hemos de volver a la lucha continua contra el mal, hemos de “cargar con nuestra cruz cada día” y “ser crucificados con Cristo”, hasta que por fin, terminada nuestra peregrinación en esta tierra, podamos alcanzar la corona prometida a quienes perseveren en la lucha hasta el fin.

Si bien estamos invitados a la gloria, no podemos olvidar que el camino para alcanzarla necesariamente pasa por la cruz. Tampoco podemos olvidar, especialmente en los momentos de dura prueba, que «los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros» (Rom 8, 18). Así, pues, no temas tomar tu cruz cada día y seguir fielmente al Señor Jesús, confiado en la promesa que Él nos hace de hacernos partícipes de su misma gloria si hacemos lo que Él nos dice.

I Domingo de Cuaresma

Con el primer Domingo de Cuaresma damos comienzo a la gran catequesis que nos conduce a la Pascua. Domingo tras Domingo, iremos contemplando distintos aspectos que nos ayudan a ir redescubriendo nuestro propio bautismo, nuestra pertenencia a Dios, nuestro ser propiamente cristiano. Este es el camino de conversión que nos presentan las lecturas que durante este tiempo nos irán acompañando.

Hoy, el relato central del Evangelio pone ante nuestros ojos las tentaciones de Jesús en el desierto antes de iniciar su vida pública (Cf. Lc4, 1-13). Estas tentaciones tienen lugar en el final de los cuarenta días que el Señor pasa en el desierto ayunando –es decir, apartado- de los que son imagen los cuarenta días cuaresmales que estamos iniciando.

Pero ¿qué tienen que ver con nosotros esas tentaciones que pasó el Señor? ¿Qué nos dicen en nuestro tiempo aquello que ocurrió en el desierto?

La primera tentación: “Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”, no es otra cosa que el apetito, la apetencia a lo desordenado, a lo que no conviene.

La segunda tentación: “Te daré el poder y la gloria de todo eso… si te arrodillas delante de mí”. Esta es la tentación de la vanagloria, del poder conseguido a toda costa. El diablo (que significa “el que divide”) le muestra un reino grande y le pide a Jesús que se separe de Dios y le adore a él para conseguir poder.

La tercera tentación: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo…” que es la tentación deseo de honor, de la avaricia aunque sea necesario tirarse al vacío, sin sentido, sin ver nada.

Tres tentaciones y tres palabras de Jesús ante ellas. Como vemos a cada tentación, el Señor responde con una Palabra de Dios, porque “no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Pongamos en este día la mirada en el Señor que sube a Jerusalén, el lugar de la Cruz y de la Gloria, y pidámosle vencer como Él las tentaciones no con nuestras fuerza sino con la Palabra de Dios, sabiendo que “a sus ángeles ha dado órdenes para que guarden nuestros caminos” (Cf. Sal 90).

Iniciamos la Cuaresma

Hoy iniciamos con este día de Miércoles de ceniza el tiempo de la Cuaresma.

¿Qué peculiaridades tiene este tiempo litúrgico que la Iglesia nos regala?

Es un tiempo de penitencia centrando en la conversión de la vida hacia Dios. Desde los primeros siglos, este tiempo ha estado presente en la vida de la Iglesia como una preparación a la celebración a los misterios centrales de nuestra fe que se concentran en la Semana Santa: el Misterio Pascual. Es un tiempo propiamente penitencial, no como fin en sí mismo, sino como medio para dejar que el Señor haga en nosotros y nos vaya convirtiendo a Él. Así, la Iglesia entiende la penitencia: unirnos al sacrificio de Jesucristo, vivir en Cristo.

Estos cuarenta días antes de Pascua, son también una imagen, un tipo, de los cuarenta días que el Señor pasó en el desierto antes de comenzar la misión, y también de aquellos cuarenta años que el pueblo de Israel peregrinó por el desierto hacia la tierra prometida. Pues bien, nuestro desierto son estos cuarenta días cuaresmales, nuestro pueblo es la Iglesia, nuestro camino es el mismo Cristo, y nuestra Tierra Prometida la Pascua, Cristo Resucitado.

Recordamos que en este tiempo nuestra parroquia también ofrece algunas ayudas para poder vivirla mejor y de las que os iremos informando: las Charlas Cuaresmales (todos los martes a las 20:45h), el sacramento de la confesión, la exposición del Santísimo de los Jueves…

Os deseamos una Santa Cuaresma.

Cinefórum «La Cabaña»

La tarde del sábado, a las 19h en el nuevo salón de actos de la parroquia, tuvimos una sesión de cinefórum en el que además de ver juntos la película «La Cabaña» pudimos compartir todo lo que vimos y nos llamó la atención y enriquecernos con todo aquellos que esta película aporta.

Salieron diferentes temas muy interesantes y actuales como la cuestión del perdón, el problema del mal en el hombre, la relación del hombre con Dios, la vida eterna, el proceso de conversión…

Como veis, una película que da para mucho. Por ello también os invitamos a verla en vuestras casas y os invitamos desde ya al próximo cinefórum parroquial del que os avisaremos en las Misas y en la Fragua.

Orar «Con ÉL» – Febrero

Como cada cuarto viernes de mes, nos hemos acercado a la parroquia para acompañar al Señor un rato y ponernos a la escucha de su Voz.

Este mes, el tema de la oración giraba en torno a un versículo del Evangelio de Marcos: «y los llamó para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3, 14). Con este tema central en la vida cristiana, pudimos escuchar cómo el Señor nos llama a estar con Él en la oración, en los ratos de soledad con Él, en los momentos de silencio acompañándole, en los sacramentos… y también nos envía a la misión como a los Apóstoles, para dar a conocer su Amor y su vida a los hombres de nuestro tiempo.

Damos gracias al Señor por este momento que nos concedió vivir el Señor en nuestra parroquia y os invitamos a reservar desde ya el próximo 22 de marzo para el siguiente Orar «Con ÉL».

Peregrinación Mariana a la Catedral

El 15 de junio del año 1993, el Santo Padre Juan Pablo II venía hasta el centro de nuestra ciudad de Madrid para consagrar el Templo que se convertiría en la Catedral, la Iglesia Madre de nuestra diócesis.
Con motivo del 25 aniversario del templo, el Vaticano ha concedido un Año Jubilar Mariano, que se prolongará del 15 de junio de 2018 al 15 de junio de 2019.

Con motivo de este año Jubilar, cada Vicaría de la Diócesis ha peregrinado para ganar el jubileo. Nuestra Vicaría peregrinó este pasado 16 de febrero. A las 11 de la mañana nos concentramos más de 2000 peregrinos en la Plaza de Oriente para ir rezando el Rosario hasta la Catedral, donde a las 12 se celebró la Eucaristía presidida por el Cardenal Osoro. De estos 2000 peregrinos, alrededor de 120 éramos del Pinar.

Uno de los momentos de la Eucaristía.

Para llegar hasta la Plaza de Oriente, algunos de nosotros fuimos andando desde la parroquia. Salimos a las 8,30h de la mañana, y desde luego que fue una experiencia única. Otro buen grupo bajó hasta allí en autobús. En la catedral ya nos encontramos todos.

A continuación os dejamos algunas imágenes de esta preciosa peregrinación. ¡Con María, discípulos misioneros de Jesucristo!

Los peregrinos que bajaron caminando antes de iniciar la caminata.
Por las calles de Madrid.
Llegando a Ópera.
El grupo que bajó en autobús, con las pañoletas verdes del Pinar que nos identificaban en la celebración.

Acogida de jóvenes de Taizé en la parroquia

Este fin de año tuvo lugar en Madrid el Encuentro Europeo de Jóvenes de Taizé. Algunas parroquias de la diócesis se unieron al encuentro organizando oración al estilo de este grupo ecuménico.
Nuestra parroquia organizó estas oraciones los días del 28 de diciembre al 1 de enero pero y con enorme generosidad las familias de la comunidad parroquial acogieron en sus casas a 135 jóvenes.
Como pudimos leer en los testimonios de nuestra hoja parroquial «La Fragua del Pinar» la experiencia de acoger en comunidad a jóvenes de 7 nacionalidades diferentes ha sido una forma preciosa de vivir la fiesta de la Navidad este año.

Peregrinación parroquial a Tierra Santa

Después de haber celebrado en la parroquia la fiesta de la Inmaculada concepción, tuvo lugar la peregrinación a Tierra Santa.
Un grupo de 47 feligreses junto con nuestro párroco el Padre Pedro y nuestro seminarista Juan visitaron del 9 al 16 de diciembre la tierra donde el Señor vivió su vida mortal.

Durante la peregrinación visitaron lugares como Nazaret, Belén, Jerusalém, Ain Karem, Cafarnaún, el lago de Galilea, río Jordán, Mar Muerto.
A su regreso los peregrinos no dejaban de compartir con toda la parroquia la preciosa experiencia que habían vivido y lo bonito que había sido compartirlo como comunidad parroquial.